jueves, 5 de abril de 2012

El pensamiento te hace libre

Si no piensas lo que haces, poco te importa lo que otros piensen, - que no es lo mismo que tus acciones deban estar condicionadas, necesariamente, por el pensar de otros -, ni el daño que puedas causar. Hacer sin pensar es tan irresponsable como egoísta, hacer sin pensar es un desprecio a las consecuencias que puedan venir como resultado.

Pensar nos aleja de las bestias y nos diferencia como humanos. Gracias a poner en práctica nuestros pensamientos y ver la viabilidad de los mismo, la humanidad ha avanzado y ha evolucionado gracias a los pensamientos. La amplitud de miras no sólo está favorecida por la formación, sino por el incalculable valor de la experiencia, y así, cuando existe formación y experiencia, la mente se expande y es en sí un ser vivo que tiene hambre de conocimientos. Todo pensamiento útil, ante el entendimiento o resolución de algo, debiera empezar siempre con un "sí, pero ¿porqué?"; si no somos capaces de entender y explicar el porqué de los hechos, y actuamos, ... nos convertimos en sólo unos autómatas y corremos el riesgo de ser esclavos de aquéllos que sí saben los porqués.

La información que se recibe en la sociedad , de forma consciente e inconsciente es enorme, el bombardeo de información, - que no siempre es información imparcial e inocua -, nos puede llegar a embotar si no estamos los suficientemente formados y experimentados. El bombardeo de información nos afecta en la gestión de nuestros pensamientos, porque la saturación de información, - que repito, no siempre es sana -, nos requiere o exige más tiempo para pensar; tiempo que "el sistema no quiere que tú tengas".

El pensamiento nos hace libres. Fijémonos en los regímenes totalitarios: ¿quiénes son los enemigos potenciales del regimen?, sin duda, todo ser que piensa y discurre sanamente, y el producto de eso, como pueden ser los libros o cualquier otro medio de difusión de ideas, oral u escrita. El pensamiento materializado, expuesto de una persona, dice de su saber, integridad y hasta de su valentía. Si me permiten (y disculpan el copia y pega que sigue), quisiera exponer las palabras de Unamuno, las cuáles dijo 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, y con motivo de lo que a continuación se detalla:

Durante la Guerra Civil Española tuvo un papel secundario en el ejército sublevado contra la II República Española. Siendo célebre el altercado que mantuvo con Miguel de Unamuno el 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, al que habían asistido diversas personalidades franquistas con motivo de la celebración de la Fiesta de la Raza (lo que hoy es el Día de la Hispanidad, el aniversario del descubrimiento de América): el obispo de Salamanca, Enrique Plá y Deniel, el gobernador civil, Carmen Polo Martínez-Valdés (esposa de Francisco Franco) y el propio Millán-Astray.

Lo que sucedió, según cuenta en su magna obra La guerra civil española el hispanista inglés Hugh Thomas, es lo siguiente: el profesor Francisco Maldonado, tras las formalidades iniciales y un apasionado discurso de José María Pemán, pronuncia un discurso en que ataca violentamente a Cataluña y las Vascongadas, calificando a estas regiones como "cánceres en el cuerpo de la nación. El fascismo, que es el sanador de España, sabrá como exterminarlas, cortando en la carne viva, como un decidido cirujano libre de falsos sentimentalismos. "

Alguien grita entonces, desde algún lugar del paraninfo, el famoso lema "¡Viva la muerte!". Millán-Astray responde con los gritos con que habitualmente se excitaba al pueblo: "¡España ..."; ".. una!", responden los asistentes. (Algunos jóvenes estudiantes falangistas (según otros carlistas) intentan enmendar el viva la muerte con vivas a Cristo Rey y a la paz misericordiosa (...) pero son apagados por los ensordecedores gritos de ritual pseudorracionales y acaban siguiéndolos).

- "¡España ...", vuelve a exclamar Millán-Astray; ".. grande!", replica el auditorio.
- "¡España ...", finaliza el general; "... libre!", concluyen los congregados.

Después un grupo de falangistas ataviados con la camisa azul de la Falange hacen el saludo fascista, brazo derecho en alto, al retrato de Francisco Franco que colgaba en la pared. Se intenta así enmendar el incidente aunando esfuerzos de hermandad y moral (algo quebrada por el incidente) al unísono.
Miguel de Unamuno, que presidía la mesa, se levanta lentamente y dice:

 "Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso -por llamarlo de algún modo- del profesor Maldonado, que se encuentra entre nosotros. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo , dice Unamuno señalando al obispo de Salamanca-, lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona. Pero ahora acabo de oír el necrófilo e insensato grito "¡Viva la muerte!" y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor."

En ese momento Millán-Astray exclama irritado "Muera la intelectualidad traidora" "Viva la muerte" aunque por el gran alboroto del público no se percibió esa frase, que fue solo oída por la gente que estaba más cerca del general, naciendo así la leyenda de que realmente dijo:"¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!"(leyenda que nace de las declaraciones de Serrano Suñer el cual no se encontraba en la universidad), aclamado por los asistentes. El escritor José María Pemán, en un intento de calmar los ánimos, aclara: "¡No! ¡Viva la inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales!".

Miguel de Unamuno, sin amedrentarse, continúa: "Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho."

A continuación, con el público asistente encolerizado contra Unamuno y lanzándole todo tipo de insultos, algunos oficiales echaron mano de las pistolas... pero se libró gracias a la intervención de Carmen Polo de Franco, quien agarrándose a su brazo lo acompañó hasta su domicilio.


Unamuno, brillante pensador, demostró ser un hombre libre y demostró ser valiente.

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