domingo, 15 de septiembre de 2019

Españoles, la cultura del esfuerzo, ... Ha muerto.

Soy de los que piensa que no todo tiempo pasado fue mejor y, si lo fue, aconteció en casos puntuales; dentro de un contexto y análisis concreto. Hoy día, aún contando con los innumerables avances de la humanidad, y de toda índole; siento que soy testigo y que me ha tocado vivir la decadencia de, precisamente, la propia humanidad.

La cultura del esfuerzo se ha convertido en una grosería y, hasta la excelencia; como la de un Nobel, un Best Seller o una carrera universitaria, se han convertido en puro mercadeo y con su correspondiente estipendio. Ningún electrodoméstico se ha convertido en tan dañino como los aparatos receptores de televisión de nuestros hogares; donde las "heces intelectuales" que por ellos se vierten, huelen peor y hacen más daño que las heces orgánicas, de nuestros cuartos de baño.

España está enferma: en su clase política, en sus medios de comunicación, en sus universidades, en la administración pública, en su generación presente y en la concepción ciudadana - fractura - de lo que es un país. España es un país envejecido y, lo peor, un país de jóvenes sin futuro, sin valentía, sin personalidad, ... Sin cultura del esfuerzo.

Luego, despotricamos de esos "atletas" que saltan las vallas de Ceuta y Melilla y que, no sólo vienen fustigados por el hambre, sino que vienen hablando francés y español, en dos meses. Ya son valientes por emprender el viaje pero, se hacen más valientes al ver nuestra propia decadencia, y en nuestra propia tierra. Inevitablemente, España necesita juventud y al Poder le importa poco que esa juventud sea negra, amarilla, mestiza, criolla o caucásica; lo que importa es mantener la Hacienda Pública y la Seguridad Social; parte muy importante de la vertebración social de nuestro país.

Detallado lo malo, y mi ostensible descorazonamiento, observo con preocupación y, hasta con miedo, el auge de la Derecha fascista en este país; una derecha garrula y boba; bruta y simple y, nunca más merecedora de aquellas palabras de Miguel Unamuno :

"Ya sé que estáis esperando mis palabras, porque me conocéis bien y sabéis que no soy capaz de permanecer en silencio ante lo que se está diciendo. Callar, a veces, significa asentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Había dicho que no quería hablar, porque me conozco. Pero se me ha tirado de la lengua y debo hacerlo. Se ha hablado aquí de una guerra internacional en defensa de la civilización cristiana. Yo mismo lo he hecho otras veces. Pero ésta, la nuestra, es sólo una guerra incivil. Nací arrullado por una guerra civil y sé lo que digo. Vencer es convencer, y hay que convencer sobre todo. Pero no puede convencer el odio que no deja lugar a la compasión, ese odio a la inteligencia, que es crítica y diferenciadora, inquisitiva (mas no de inquisición). Se ha hablado de catalanes y vascos, llamándoles la antiespaña. Pues bien, por la misma razón ellos pueden decir otro tanto. Y aquí está el señor obispo [Plá y Deniel], catalán, para enseñaros la doctrina cristiana que no queréis conocer. Y yo, que soy vasco, llevo toda mi vida enseñándoos la lengua española que no sabéis. Ese sí es mi Imperio, el de la lengua española y no..."

No es esto lo que necesita nuestro país y sí, una ciudadanía con menos fútbol, menos Telecinco, con menos novelas turcas; con más lectura o al menos, alguna lectura; con capacidad crítica y de análisis; ... España necesita una ciudadanía unida, ilustrada, valiente y resuelta.


Manuel García Hernández