lunes, 31 de agosto de 2015

La UD Las Palmas es sólo un equipo de fútbol






Todo el mundo tiene derecho a opinar y a expresar con plena libertad sus pensamientos y puntos de vista sin que por ello sean coartados o intimidados. Expuesta esta obviedad, y a pesar de ella, no son pocos los casos que se dan en la Redes Sociales en los que a muchas personas, habiendo expresado sus opiniones con las debidas formas y maneras, se las rechaza e incluso se les elimina sus comentarios por el simple hecho de opinar diferente, respecto a la corriente general. Esto pasa mucho con las páginas que se abren en facebook, donde parece entenderse que son abiertas para los que opinen igual, quedando descartadas, antes o después, las corrientes de opinión que opinen lo contrario.

Hoy quiero hacer mención a las páginas de facebook sobre la UD Las Palmas SAD. Salvo algunas honrosas excepciones, mi apreciación sobre la mayoría de ellas es que están empantanadas en el sectarísmo, el folclorísmo y en una extraña identificación de lo deportivo con la canariedad, como si el que discrepara o emitiera una crítica impopular fuera menos canario que el aficionado abonado de toda la vida, y que ve al equipo como si fuera la Virgen del Pino.

Flaco favor le hace el verdadero aficionado a la UD Las Palmas si no es objetivamente crítico, tanto en lo estrictamente deportivo, como en todo lo referente a la gestión del club, y que afecte a los aficionados.

Ahora la UD Las Palmas SAD está en primera división, y el presidente de la misma, el señor Miguel Ángel Ramírez Alonso, tendrá que enfrentarse al escrutinio periodístico de periodistas deportivos, también de primera. En esta temporada en primera puede que la mayoría de los aficionados grancanarios sigan sin ser objetivos o justamente críticos con el equipo; acostumbrados al "enfoque periodístico" de UD Radio Las Palmas y a las bondades articulísticas del Canarias7.

Vamos a ver cómo van a encajar los aficionados sectarios, los envites semanales del periodismo imparcial y, - lógicamente, desde mi opinión - verdaderamente profesional.

 

domingo, 30 de agosto de 2015

¡El segurita!, como usted lo llama.








No menosprecie su trabajo, además, es un trabajador (trabajadora) cuya razón de ser está en las carencias que usted tiene, en sus necesidades. ¡Ésos, los seguritas!, como usted los llama, están para todo lo incómodo o engorroso que usted no quiere hacer, no sabe hacer, le da miedo o reparo hacer,... en una sociedad huérfana de civismo, solidaridad y respeto.

A ellos, los "seguritas", muchas veces los vemos en centros de salud, en hospitales o en centros sanitarios de urgencias; imagine usted este tipo de dependencias, en una sociedad incívica, irrespetuosa e insolidaria, sin esos "seguritas" que usted nombra con inconfundible desdén. Imagínese usted en una sala de espera de un servicio de urgencias, espera que te espera, y desesperado/a por un acuciante dolor lumbar, de muelas, por fuertes vómitos o lo que sea y que, en un momento dado, con la sala abarrotada, llega una persona con actitud agresiva y manifestando que quiere pasar ya porque quiere un tranquimazin, sin respetar lo que le dice el/la celador/a, crispando el ambiente y con claras pretensiones de querer saltarse todo orden, para entrar y que le den lo que quiere,... Todo el mundo mira para el segurita, al que muy probablemente ni le dieron las buenas horas cuando entraron en el recinto, para que interceda y zanje tan engorrosa situación, a la que nadie puso tope o acote, con un simple: "disculpe señor, todos estamos antes que usted y deberá esperar su turno"; esas intervenciones de los propios usuarios - hipócritamente - sólo se dan cuando el que pretende la transgresión no infunde ningún tipo de temor.

Conforme a lo anterior, otros ejemplos, dentro del contexto relatado, lo tenemos con las personas que acuden o son remitidas a estos centros en estado de ebriedad, o porque a la salida de una discoteca dos se agredieron luego, imagínese usted, cuando estos dos concurren en el mismo centro de urgencias para que le hagan las curas pertinentes, y que suelen ir con sus respectivos acompañantes. Trate usted de ponerse en la piel del "segurita", cuando él solo deberá ingeniárselas para que las partes en conflicto no entablen una batalla campal en el centro sanitario.

El denostado trabajador de la seguridad, el vigilante de seguridad, al que usted llama segurita, está muchas veces para afrontar todas estas y muchas otras situaciones desagradables más; porque el respeto en la sociedad hace mucho que desapareció y ya, tan sólo para llamar al orden a alguien o reprobar actitudes y comportamientos incívicos usted,... necesita a un "segurita",... Y lo contrata a través de una empresa de seguridad, porque usted no quiere estos engorros, porque le da miedo afrontarlos, porque sabe que hoy no hay justicia ni orden, y no quiere que le "partan la cara o le rayen el coche" por haber corregido la actitud de un antisocial.

A estos "seguritas" que usted quiere tener a su lado, en el ejemplo relatado de la sala de urgencias; a esos mismos, usted los aborrese y humilla cuando se los encuentra en una macrofiesta, cumpliendo las funciones de su habilitación y el plan de seguridad establecido, le resulta incómodos porque le pone restricciones de accesos, porque le puede sorprender en los aseos trapicheando con drogas, cortándote el rollito sexual en lugar público, porque estás con tu entusiasmo etílico y vas de pejiguera con la chica de la barra, a la que pareces considerar como parte del derecho a una consumición gratis.

El "segurita" tiene un trabajo miserable; desagradable de llevar a cabo, desprotegido física y "jurídicamente", no reconocido socialmente e insultantemente remunerado. La formación, las facultades físicas y psicológicas que tienen estos trabajadores para llevar a cabo sus cometidos están legisladas, y la realización del trabajo está sujeto a autorización administrativa, a través de la correspondiente habilitación del Ministerio del Interior. Visto esto, aún así, el atrevimiento de su ignorancia lo lleva a usted a decir que no están preparados, que no tienen formación y que, muchas veces, son unos policías frustrados. 

Imagine usted - haga un esfuerzo de imaginación - a un policía nacional que ha de vigilar el Mercadona, y a un vigilante de seguridad que ha de vigilar el Hiperdino que está a 200 metros del anterior comercio. ¿Dónde cree usted que irá a realizar sus fechorías el delincuente de baja intensidad, el hurtador, el que va a los comercios a comer lo que pilla y a no abonar por ello?; me lo imaginaba, ha apuntado usted al Hiperdino, ¿verdad?

El policía, el agente de la autoridad, tiene el 80% de la complicación del trabajo - delincuencia de baja intensidad - solventada por sólo estar investido del carácter de agente de la autoridad. Si usted agrede al policía nacional del Mercadona, aunque sólo lo empuje levemente, comete un delito; sin embargo, si usted hace lo mismo con el vigilante de seguridad del Hiperdino, no sólo no es lo mismo, sino que además contribuye a la impunidad, y a que estas acciones se sigan repitiendo. Me gustaría saber de algún caso en el que alguien, alguna vez, fue policía nacional y que, hoy, por circunstancias de la vida lo hace como vigilante de seguridad: desamparado física y "jurídicamente", sin reconocimiento social y remunerado inadecuadamente,... Destinado sólo, en un aislado puesto de vigilancia.

Reflexione sobre esto, o trate de imaginar una sociedad en la que no existan vigilantes de seguridad: aeropuertos, el metro, hospitales, ayuntamientos y otras entidades públicas, eventos públicos de todo tipo - sobre todo en el fútbol- en las universidades... etc

Por favor, respétenos... y valore nuestro trabajo.






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