domingo, 26 de enero de 2014

DISA Gran Canaria Maratón 2014, una crítica diferente.










 Haile Gebrselassie


A nadie se le esconde los beneficios del deporte, y dentro de esto, los beneficios de los eventos "organizados" en torno a las zonas o lugares donde se organizan; tal como ha sido hoy el caso del DISA Gran Canaria Maratón 2014. Quiero hacer mención a la organización y en especial, con respecto a los controles de acceso "establecidos" en el área de la Plaza de la Feria, con motivo de este evento.

En primer lugar, y como algo sanamente jocoso, diría que fue la jornada de las "vallas vivientes"; - sí, esas barreras físicas móviles que se ponen para acotar, canalizar e impedir el paso -. Se dieron circunstancias como las de aquellas personas que accedieron, y que en ese intérvalo se cambian las vallas, debiendo éstas estar preguntando por dónde salir, - o lo más previsible - buscándose la vida para salir, abriendo la unión de vallas - desbaratando así todo el entramado -. Al inicio, los baños químicos que habían en los aledaños de la Plaza de la Feria, aparecieron con unos precintos - tipo latiguillos - a modo de candados - me pregunto si sería para darle emoción a esos momentos de incontinencia fisiológica que todos tenemos -.









En un principio la carrera de los 10 Km estaba prevista para las 09:15 horas pero la organización decidió adelantar la salida de ésta a las 08:40 horas, - con su correspondiente rectificación en la web del evento - para que sólo a las 09:00 tuviera lugar la salida de la maratón y la media maratón: no pocas personas acudieron a la carrera de los 10 Km, asumiendo como correcto el horario de las 09:15 y, obviamente, con la entendible frustración y enfado por ello pues,...No pudieron participar. Muchísimos participantes no sabían que podían dejar sus pertenencias en el Pabellón Deportivo de la  Avenida Marítima, y luego acceder desde allí hacia los cajones de salida.

Los "controles de acceso" a la Plaza de la Feria, - lugar de llegada - y que no siempre fueron realizados por vigilantes de seguridad, pues en algunos lugares hubieron voluntarios de la organización - jovencitos con muy buena voluntad, pero inexpertos y abandonados a su suerte - que estaban para dejar pasar a los que tuvieran la "ficha" - una especie de botón que hacía de identificación para cada corredor y que podía ser canjeada por el obsequio de carrera designado para la ocasión -. Estos chicos se pasaban el control mirando a las zapatillas de los corredores para saber si llevaban la "ficha", - estas fichas o botones quedaban enlazadas en los cordones de las playeras - en lugar de mirar a la gente a la cara y solicitarles la ficha para el canje. Otra cosa que hacían estos chicos - juventud e inexperiencia al respecto - era tocar mucho a la gente y, ¡claro!,... Esto provocaba muchas y lógicas fricciones. Me acuerdo que una de las responsables o encargadas de estos chicos voluntarios, muy "afanada ella", se acercó hasta uno de los vigilantes de seguridad, - que cubría uno de los puestos designado por su superior inmediato - con el ademán de agarrarlo del brazo para llevarlo o que éste fuera hasta donde ella quería que estuviera; interpelándola el vigilante y haciéndole ver su mal proceder, remitiéndola a sus superiores de la empresa de seguridad para que sean éstos los que instruyan lo oportuno.



Tampoco los vigilantes de seguridad lo tuvieron fácil pues éstos, al parecer, debieron realizar controles de acceso con unos criterios ridículos - y que no se podían llevar a cabo, de ninguna manera,... En muchos casos -. Estos "criterios" los dictaban los encargados de los voluntarios, que se los transmitían a los responsables de los vigilantes - y no parecía que éstos, pensaran mucho sobre lo conveniente o inconveniente de la direcctriz -, para que los mismos procedieran. Y así, instruían que nadie podía pasar, cuando en el interior de la zona acotada había una comisaría de policía - agentes que debían acceder para realizar su jornada, o ciudadanos que manifestaban que iban a poner una denuncia, sea cierto o no (picarezca); o los que decían que tenían a un familiar en el hospitalito o que uno de sus hijos se ha perdido dentro (cierto o no) -.

La basura en la calle, en el suelo, - aunque sea bien cierto que el equipo de limpieza del ayuntamiento y los servicios privados contratados, dejaron todo bien limpio - achacable a los corredores, mayormente. Al término de la prueba los corredores tenían acceso a unos stands donde tenían una amplia variedad para comer y beber (gratis): agua, cerveza sin alcohol; acuarius, dátiles; almendras; tortas de arroz; plátanos; naranjas... Y todo iba a parar al suelo, hasta las cáscaras de naranja y plátanos. Al término de la carrera de los 10 km, se habilitó una carpa en la cual los participantes dejaban la ficha y los obsequiaban con una camiseta; allí el descontrol fue absoluto. Se montaron como cuatro o cinco carriles, habilitados por vallas, para que los paricipantes fueran accediendo al canje. En la última hilera, un voluntario de la organización no se cansaba de vociferar: "militares por aquí"; pero en lo alto de la carpa, a las respectivas alturas de los compartimentos vallados no figuraba indicativo alguno y así, muchos hacían la cola sin "pertenecer a ella"  esperando en vano. Del lado de la mesa donde estaban los voluntarios que repartían, no cesaba de escucharse: "¡mándame una XXL,... Tírame una camisa para chica!" - ni tan siquiera, los obsequios estaban clasificados -.

Este evento, más que estar organizado por Disa y el Cabildo, más parece que fue organizado por la empresa Pancho & Villa.




 The Life on Haile Gebreselassie



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