martes, 24 de enero de 2012

LA BALA DEL FUSIL M-16

Oriana Fallaci

En un libro sobre la guerra del Vietnam, leíste el
ejemplo de la bala del fusil M-16. Una bala que
viaja casi a la velocidad del sonido y que, mientras
viaja, gira sobre sí misma, y al penetrar en
la carne continúa girando, y rompe, lacera y
desangra, de tal modo que si a uno le alcanzan
en un músculo muere al cabo de un cuarto de hora.

Una bala atroz, y es atroz que alguien la haya
inventado, que un gobierno la haya adoptado,
que un industrial se haya enriquecido con ella.

Pero no menos atroz es que los obreros de una
fábrica la construyeran escrupulosa y concienzudamente,
con el refrendo de sus sindicatos,
de sus partidos socialistas y pacifistas, descartándola
si un defectillo frenaba su trayectoria y
le impedía romper, lacerar y desangrar.

Y también es atroz que los soldados de un ejército
la disparasen, esmerándose, para que, por
favor, no se desperdiciara, y sintiéndose absueltos
por la asquerosa consigna yo-cumplo órdenes.

Ya estoy harta de la cantinela yo cumplo-
órdenes; estoy harta de la responsabilidad
que sólo se atribuye a los generales, a los
ricos y a los poderosos: entonces, ¿qué somos
nosotros? ¿Datos en el registro civil, números
que se manipulan como a ellos les place en las
guerras y en las elecciones, en la propaganda
de sus ideologías, iglesias e ismos? También es
culpa mía, nuestra, tuya, suya, de cualquiera
que obedezca y sufra si aquella bala es inventada,
fabricada, disparada.

Decir que el pueblo es siempre víctima, siempre
inocente, constituye una hipocresía, una mentira
y un insulto a la dignidad de todo hombre, de
toda mujer, de toda persona. Un pueblo se
compone de hombres, mujeres, personas, y
cada una de estas personas tiene el deber de
elegir y decidir por sí misma; y no se deja de
elegir y decidir porque no sea general,
ni rico, ni poderoso.

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