Los surcos de tu faz son como ríos que el tiempo ha secado sobre tu rostro azulado. Hendiduras que hablan de ti, y de lo dura que han sido las travesías. Hoy regalas, en forma de sabias palabras, acertados consejos, y orientas sobre el paso por viejos senderos, con el ánimo y deseo de que tus bien queridos, burlen a los Djins, que en el paso de mil dunas has encontrado.
Tus manos, abrasadas por el implacable Sol y antaño fuertes, hoy se tornan torpes e incapaces de preparar el té que tanto ha dicho del sabor de tu hospitalidad, buen acogimiento e inconmensurable generosidad. Aún envejecido, y prácticamente ciego, no pasa un solo día sin que tus pies sepan de la ardiente arena; tus ojos, de la cegadora luz del día, y tu cuerpo de las gélidas y estrelladas noches en el desierto.
Estando cercano el ocaso de tu vida, mantienes la altivez y el orgullo de saberte parte del pueblo tuareg. Tu nobleza y sencillez hacen que las azarosas historias, acontecidas en tu dura vida, queden celosamente guardadas entre tu camello y tú. Romántico navegante de ligero equipaje, pronto partirás, y los dispersos pozos del infierno dorado, jamás volverán a reflejar tu índigo y curtido rostro.
Dicen que los espíritus de los viejos tuareg, se aparecen en las tormentas de arena para velar por la buena fortuna de las caravanas. Como espejismos que avisan de algún peligro, son respetados y tenidos en cuenta, por los que en el desierto se adentran.
Targuí viejo, que en la estrellada noche te parapetas y abrigas en el cuerpo de tu camello y amigo, a la luz del fuego creado por los jóvenes, y disfrutando de los cánticos que las mujeres amenizan en las veladas nocturnas. Noche mágica de limpio cielo, noche ideal para embriagarse de nostalgia, para cerrar los ojos, … y volar sobre las dunas.
En tu larga vida te has abastecido en los caminos. Hoy, a las puertas de tu última travesía, sólo deseas estar cerca de tu camello, despojado de todo, esperando iniciar el viaje, preparando sereno, ... la partida.
¡Targuí viejo!, memoria personificada de un pueblo orgulloso, sufrida sabiduría como consecuencia de una vida dura, y de un despiadado medio natural:
Tus manos, abrasadas por el implacable Sol y antaño fuertes, hoy se tornan torpes e incapaces de preparar el té que tanto ha dicho del sabor de tu hospitalidad, buen acogimiento e inconmensurable generosidad. Aún envejecido, y prácticamente ciego, no pasa un solo día sin que tus pies sepan de la ardiente arena; tus ojos, de la cegadora luz del día, y tu cuerpo de las gélidas y estrelladas noches en el desierto.
Estando cercano el ocaso de tu vida, mantienes la altivez y el orgullo de saberte parte del pueblo tuareg. Tu nobleza y sencillez hacen que las azarosas historias, acontecidas en tu dura vida, queden celosamente guardadas entre tu camello y tú. Romántico navegante de ligero equipaje, pronto partirás, y los dispersos pozos del infierno dorado, jamás volverán a reflejar tu índigo y curtido rostro.
Dicen que los espíritus de los viejos tuareg, se aparecen en las tormentas de arena para velar por la buena fortuna de las caravanas. Como espejismos que avisan de algún peligro, son respetados y tenidos en cuenta, por los que en el desierto se adentran.
Targuí viejo, que en la estrellada noche te parapetas y abrigas en el cuerpo de tu camello y amigo, a la luz del fuego creado por los jóvenes, y disfrutando de los cánticos que las mujeres amenizan en las veladas nocturnas. Noche mágica de limpio cielo, noche ideal para embriagarse de nostalgia, para cerrar los ojos, … y volar sobre las dunas.
En tu larga vida te has abastecido en los caminos. Hoy, a las puertas de tu última travesía, sólo deseas estar cerca de tu camello, despojado de todo, esperando iniciar el viaje, preparando sereno, ... la partida.
¡Targuí viejo!, memoria personificada de un pueblo orgulloso, sufrida sabiduría como consecuencia de una vida dura, y de un despiadado medio natural:
¡hasta siempre!, ... hombre libre.
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