Debía hacerme con unas monedas para cumplir con el consistorio - cada vez más empeñado, éste, en pintar la calzada de azul -, y seguir tranquilo el tiempo que me iba a llevar unas gestiones que debía realizar. Iba algo justo de tiempo y entré en el primer local que me encontré para hacerme con algo de cambio y, así, solventar lo del parquímetro. Apenas eran las ocho y diez de la mañana pero debí pedir paso para acceder, habida cuenta de la gran concurrencia en dicho local.
Conseguí hacerme un hueco en la barra y pedí - con el objeto de procurarme cambio y, a la vez, activarme un poco - un café bien cargado. Al tiempo que esperaba ese café, pude darme cuenta de que allí no había fémina alguna y que los clientes, además de ser todos hombres, tenían aspecto de rudos y de malencarados. A esa hora me parecía poco normal que muchos de ellos consumieran alcohol y no unas simples cervezas, precisamente. Uno de ellos rascaba una guitarra, pero las notas "sonoras" que salían de aquel torturado instrumento más bien parecían los lamentos de un gato que estaba siendo peinado con un quita escamas.
No soy persona que se intimide con facilidad y, aunque tampoco soy un facineroso bravucón, si creí conveniente - o quizás fuera algo instintivo - estar prevenido ante alguna posible provocación o cualquiera otra desagradable eventualidad. En una observación más detallada pude comprobar que el piso estaba algo pegajoso, predominaban las penumbras y todo, en conjunto, daba la sensación de poca limpieza.
¡Aquel café!,... me pareció que me lo servían por fascículos; nunca vi peor servicio ni demora tan inexplicable en la atención a un cliente. Algunos de los que allí se encontraban parecieron darse cuenta de mi notoria impaciencia, hasta el punto de que uno de ellos llegó a espetarme: "tanki tronco ... dabutem" ; al cual correspondí con un, ¡vale, colega!,- algo seco y sin querer mostrar, premeditadamente, mucha receptividad -.
Al fin, llegó el café; que si bien no podemos decir que fuera express en su llegada, si puedo decir que fue el café que más rápido me he tomado en mi vida. Al tiempo que el camarero me daba el cambio, me dio la sensación de que me miraba con "sospechosa candidez",... "¡la puerta de salida me pareció que se había alejado varios kilómetros!".
¡Por fin, fuera!, ya estaba en la calle; y puedo decir que jamás deposité moneda alguna en un parquímetro,... con tanto gozo y felicidad. Como colofón final, o como conclusión, decir de la importancia de llevar algunas moneditas sueltas en el coche, y de no salir de casa sin la dosis, previa, de cafeína.
Conseguí hacerme un hueco en la barra y pedí - con el objeto de procurarme cambio y, a la vez, activarme un poco - un café bien cargado. Al tiempo que esperaba ese café, pude darme cuenta de que allí no había fémina alguna y que los clientes, además de ser todos hombres, tenían aspecto de rudos y de malencarados. A esa hora me parecía poco normal que muchos de ellos consumieran alcohol y no unas simples cervezas, precisamente. Uno de ellos rascaba una guitarra, pero las notas "sonoras" que salían de aquel torturado instrumento más bien parecían los lamentos de un gato que estaba siendo peinado con un quita escamas.
No soy persona que se intimide con facilidad y, aunque tampoco soy un facineroso bravucón, si creí conveniente - o quizás fuera algo instintivo - estar prevenido ante alguna posible provocación o cualquiera otra desagradable eventualidad. En una observación más detallada pude comprobar que el piso estaba algo pegajoso, predominaban las penumbras y todo, en conjunto, daba la sensación de poca limpieza.
¡Aquel café!,... me pareció que me lo servían por fascículos; nunca vi peor servicio ni demora tan inexplicable en la atención a un cliente. Algunos de los que allí se encontraban parecieron darse cuenta de mi notoria impaciencia, hasta el punto de que uno de ellos llegó a espetarme: "tanki tronco ... dabutem" ; al cual correspondí con un, ¡vale, colega!,- algo seco y sin querer mostrar, premeditadamente, mucha receptividad -.
Al fin, llegó el café; que si bien no podemos decir que fuera express en su llegada, si puedo decir que fue el café que más rápido me he tomado en mi vida. Al tiempo que el camarero me daba el cambio, me dio la sensación de que me miraba con "sospechosa candidez",... "¡la puerta de salida me pareció que se había alejado varios kilómetros!".
¡Por fin, fuera!, ya estaba en la calle; y puedo decir que jamás deposité moneda alguna en un parquímetro,... con tanto gozo y felicidad. Como colofón final, o como conclusión, decir de la importancia de llevar algunas moneditas sueltas en el coche, y de no salir de casa sin la dosis, previa, de cafeína.
.... Saludos.
.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tus opiniones, a favor o en contra, son siempre bienvenidas; sólo pido corrección y respeto. Gracias.