¡Dime la verdad!, y te evitarás mucho sufrimiento, - decía un torturador -. La verdad, no sé cuando vale más, si cuando sale a la luz o cuando permanece en tinieblas. En este mundo maleado, la verdad se ha convertido en moneda de cambio y hay quiénes pagan y matan para que ésta permanezca escondida, mientras que otros hacen esfuerzos estoicos y derroches de valentía para que la verdad vea la luz cada día.
Se habla de verdades incómodas, - ¡qué ironía! -, si algo tiene la verdad es la imparcialidad pués, no conoce de amigos, reyes, ni de riquezas, y cuando ésta sale a la luz, destapa "grandes cubos de basura o cubre al hombre de grandeza". También la verdad sufre el cinismo y la desvergüenza y así, la verdad lacerante de Etiopía, Palestina o Siria, se "edulcora" en Bruselas.
"Nada es verdad y nada es mentira, todo depende de la visión interesada con la cual se mira". La verdad, incluso, puede costarte la vida y cuando descubres una te preguntas a quién contraría o incomoda. Y es que la verdad es como una patata caliente o como un maletín con un artefacto explosivo. Mientras la verdad es objeto de dominio, la mentira crece como la mala hierba y una mentira mil veces dicha, se convierte en una "verdad envenenada".
El valor de la verdad verdadera es incalculable, ... ¡cuántos imperios económicos se habrán creado con "el asesinato o el secuestro de la verdad"!, ¡cuánta cal viva tapando tanta verdad! ...
Vivimos en un mundo sucio y malicioso en el cual, la falta de verdad, nos oprime, esclaviza, manipula y embrutece.
Prefiero una verdad dolorosa a una mentira traicionera,
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