Pienso que debemos ser razonables en todo, incluso en el legítimo derecho a quejarnos. Los obstáculos y las dificultades son los escalones de un camino, llamado vida... En el cual hay puntos de inflexión, y para la reflexión, llamados rellanos.
No es razonable la queja o la pesadumbre en lo que ha de venir, por naturaleza; por lo que no somos capaces de lograr, habida cuenta de nuestra incapacidad, pereza o inmadurez; o nuestro victimismo o agresividad hacia los demás, por no ser capaces de autogestionar nuestras frustraciones.
Muchas veces no nos damos ni cuenta de que nuestras quejas, - por muy legítimas, entendidas y compartidas que sean - a los demás les importan un bledo, bien porque nada pueden hacer para aliviarnos o porque ya tienen las suyas propias y, en otros casos, - que los hay - porque existen personas que asisten, divertidas, como espectadores de tus autoproclamadas miserias.
La queja se combate con la acción, en lugar, tiempo y forma, y si se puede. Pero no olvidemos todo lo que tenemos que trabajar nosotros mismos, y por nosotros, para que los motivos de queja sean menos o se minimicen.
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