Hay que amar lo que es digno de ser amado y odiar lo que es odioso,
más hace falta buen criterio para distinguir entre lo uno y lo otro.
Robert Frost
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No todo en la crisis es negativo, - y por un momento, ruego hagan un esfuerzo en dejar fuera de esta exposición a quiénes lo han perdido todo -. El consumismo lleva mucho más tiempo haciéndonos daño y sin que, aparentemente, nos hayamos dado cuenta de ello. No podíamos seguir así, en un mundo fantasioso de opulencia y derroche; donde la pérdida de valores humanos dejaba paso al valor que se atribuye a quiénes tienen dinero e influencias, o poder.
El consumismo lo impregna todo: desde las programaciones de televisión; el gimnasio al "que debes ir"; la ropa que te "debes poner"; lo que "has de comer"; con "quiénes has de codearte"; el coche "que has de comprar" y así, podría seguir enumerando hasta un largo etcétera. La sociedad es el laberinto y el hombre, en ella, es el ratón con el cual se experimenta.
La crisis es de valores y, la falta de valores, es lo que ha llevado al hombre a verse inmerso, a lo largo de la historia, en los mismos padecimientos de siempre. En esta sociedad, pareciera que el hombre, el ser humano, para ser válido y ser considerado digno de atención, debiera estar revestido de la pomposidad de lo material; o ser destacado o influyente y que lo sólo humano es vulgar y poco atractivo.
Volviendo al ratón, al que antes hacía referencia, cabe destacar que, como a él, nos adormecen y atontan para regir nuestros designios. Si nos fijamos bien, somos esclavos; por mucho que nos creamos libres y con derechos. Nos dejan hacer y deshacer, dentro de unos parámetros, - obviamente, controlados por los gestores sociales -, pero no nos damos cuenta de que ese hacer y deshacer "que nos permiten" forma parte de la estrategia de control.
Imagina un país en el cual sus ciudadanos, al completo, decidan desterrar de sus casas los aparatos de televisión,... ¡ningún televisor en ese país!. Se volvería a conquistar la vida familiar y la vida en familia; la comunicación empezaría a ser menos ausente, quizás se lea más en esas casas y en los hijos despierten otras inquietudes y perspectivas vitales. Fuera de las casas, se han reemplazado las tertulias de café, - en parte porque los ilustrados no interesan y de otra, porque las tertulias no deben estar supeditadas al consumismo en el local -, tan enriquecedoras y mostradora de nuevas luces y horizontes; por bares, bingos y salones recreativos.
Imagina un país con una ciudadanía inquieta de cultura y de saber, que motive la construcción de teatros con las capacidades del Bernabeu o del Nou Camp; una ciudadanía correosa, entendida, inquieta y reivindicativa. Esta es la solución a la salida del laberinto; el saber, el entendimiento y el criterio propio es lo que "eleva al ratón" por encima de los muros del laberinto.
La crisis, si la estimamos como algo "artificialmente creado", estaríamos hablando de la piedra angular sobre la que se sostiene la más monstruosa máquina de control social: la crisis, como excusa para abundar en el control de la ciudadanía